Soy Teresa, algunas personas me llaman ata, que es como me llamaba mi hermano cuando era pequeña.

Soy una aprendiz que está recorriendo un camino y que está feliz de poder enseñar lo que va aprendiendo.

Empecé a hacer yoga mayor, con treinta y muchos años, para gestionar mejor mis emociones, en un momento en el que estaba revuelta.  Antes de acabar el primer año ya estaba recogiendo los frutos de la práctica, me encontraba mucho mejor emocionalmente, mi mente estaba más centrada y empezaba a conocerme mejor a mí misma.

A veces creemos que las profesoras de yoga son seres con un cuerpo prodigioso que les permite hacer lo que quieren, pero no siempre es así. En mi caso, no lo es; cuando empecé a hacer yoga mi cuerpo era rígido, apenas me llegaban las manos a las rodillas, posturalmente era un desastre y me faltaba fuerza. Una practica sostenida y progresiva y de atención al cuerpo me ha permitido darle la vuelta.

Estoy muy contenta del trabajo que he hecho porque ahora conozco el camino y puedo ayudarte a hacerlo a ti también.

No te voy a decir que sea un camino rápido, requiere tiempo y práctica, pero a cambio es un camino estable y definitivo.